jueves, 8 de mayo de 2014
viernes, 2 de mayo de 2014
Sobre el valor asociado a las palabras.
miércoles, 10 de abril de 2013
Pincha globos
miércoles, 19 de octubre de 2011
El arte y la experiencia artística

“Yo estaba limpiando la pieza, al dar la vuelta, me acerqué al diván y no podía acordarme si lo había limpiado o no. Como esos movimientos son habituales e inconscientes no podía acordarme y tenía la impresión de que ya era imposible hacerlo. Por lo tanto, si he limpiado y me he olvidado, es decir, si he actuado inconscientemente, es exactamente como si no lo hubiera hecho. Si alguien consciente me hubiera visto, se podría restituir el gesto. Pero si nadie lo ha visto o si lo ha visto inconscientemente, si toda la vida compleja de tanta gente se desarrolla inconscientemente, es como si esta vida no hubiera existido”
Nota del diario de L. Tolstoi del 28 de Febrero de 1897
Una vez que conocemos el mundo que nos rodea y que este se nos hace cotidiano, nos acostumbramos a la presencia, disposición y funcionamiento de casas, árboles, calles, caras y hasta frases o actitudes. No nos sorprenden ya ni guerras, ni pobreza, ni siquiera la forma en que nos enamoramos. Una vez descifrados los códigos, ya no es necesario pararse con detenimiento para realmente ver: alcanza con una simple ojeada que permita reconocer lo ya asimilado. Así, caminamos o conducimos por las mismas cuadras todos los días, de forma tan automática que llegamos a los lugares sin recordar el trayecto. Nos movemos en base a esta automatización que indefectiblemente se devora todo cuanto pasamos por alto para economizar fuerzas. La automatización convierte la vida en una vida inconsciente, en una vida que deja de existir.
En medio de lo predecible, en medio de lo automático, aparece eso que llamamos Arte. El arte ordena los objetos de modo singular, utiliza palabras que se alejan de la norma o de lo coloquial, crea imágenes distintas de las apreciables en el paisaje cotidiano. Frente a esta trasgresión, el receptor de la obra artística (lector, espectador, etc.) se ve obligado a agudizar su percepción, a detenerse y observar con atención este objeto que tanto difiere de lo que se está acostumbrado a ver. Arte es aquello que rompe con la economía de fuerzas, que desautomatiza la percepción, que, a conciencia, logra generar ese extrañamiento del cual depende la experiencia artística. Es únicamente mediante esta última que podremos recobrar esa vida que la automatización hizo inconsciente. Y es verdad que puede ser experimentado en múltiples circunstancias, pero es el arte quien, en última instancia, debe su función primera a la construcción del extrañamiento: “Para dar sensación de vida, para sentir los objetos, para percibir que la piedra es piedra, existe eso que se llama arte”.
Arte significa violación deliberada, trasgresión a lo predecible. Pero, cuando esta violación se sistematiza y llega al status de canon, pierde su fuerzadesautomatizadora y se vuelve tan predecible como lo que una vez quiso romper. De este modo, las formas y los contenidos de las obras artísticas cambian, acoplándose a la necesidad de trasgresión estética para generar la experiencia artística.
Hoy, en una sociedad donde priman tanto el culto al canon como al best seller, donde arte y política se confunden, esta función se olvida y se relega a otras. Arte para propulsar individualidades, para fabricar grandes personalidades, arte para vender como objeto de consumo, arte para generar consciencia política… El resultado de esta turbadora homogeneización de formas y contenidos es que, al fin y al cabo, nadie ha superado las vanguardias y seguimos aferrados a los viejos modelos que en un momento desbarataron el concepto de arte, pero que están ya tan sistematizados y canonizados como otros. Es absolutamente necesario que el artista no olvide la función primera del arte y que comprenda la situación en la que se encuentra. Solo así logrará romper con esa hegemonía de lo diverso en que estamos inmersos, para crear una obra que realmente nos devuelva la vida robada por la automatización.
lunes, 11 de abril de 2011
Sobre convicciones...

domingo, 21 de marzo de 2010
Racionalización2
...
Cuando vemos padecer a alguno aprovechamos gustosos la ocasión para apoderarnos de él: esto es lo que da origen al hombre compasivo y caritativo, que llama amor el nuevo deseo de posesión que en él se ha despertado. Pero el amor sexual es el que más claramente se delata como deseo de propiedad. El que ama quiere poseer él solo a la persona amada, aspira a tener poder absoluto sobre alma y cuerpo, quiere ser el único amado, morar en aquella otra alma y dominarla. Si consideramos que esto no significa más que excluír al mundo entero del disfrute de un bien precioso, de una dicha y un deleite; si se consifera que el que ama aspira al empobrecimiento y la privación de todos sus competidores, que pretende ser el dragón de su tesoro, como el más egoísta e indiscreto de los conquistadores y explotadores; si se mira, en fin, que al que ama todo lo demás del mundo le parece indiferente, pálido, sin valor, y que está dispuesto a hacer todos los sacrificios, a alterar toda clase de orden y a relegar a segundo término todos los intereses, sorprenderá que a esta salvaje codicia, esta injusticia del amor sexual, haya sido glorificada y divinizada en todas las épocas, hasta el punto de que de tal amor se haya hecho brotar la idea general del amor en oposición al egoísmo, cuando es aquél precisamente la expresión más natural del egoísmo."
Entonces bien, felizmente floto en la levedad, huyo del peso y creo firmemente en esto que escribe Nietzsche. El único peso que estoy feliz de sentir es el que provoca lo que Friedrich detalla en la última parte de este pasaje:
"Aparece a veces sobre la tierra una especie de continuación del amor en que aquel ávido deseo que experimentan dos personas, una hacia otra, deja lugar a un nuevo deseo, a un ansia nueva, a una sed común, superior, de un ideal colocado por encima de ellos; mas, ¿quién conoce ese amor? ¿quién le ha sentido? Su verdadero nombre es amistad."
*El texto de Nietzsche se llama "Todo lo que llamamos Amor" y está en "El gay saber"
martes, 9 de marzo de 2010
En el reino del Kitsch impera la dictadura del corazón.
¿Razones políticas? Nah ¿Razones patrióticas? Tampoco. ¿Qué es entonces aquello que nos hace derramar la lágrima frente a una filmación de una marcha contra la guerra de Vietnam o una manifestación contra alguna dictadura, por qué nos emocionamos con "Titanic" o con "Gente que busca gente"?
Estética, señores. Estética. Dulce romanticismo que, desde lo más profundo de nuestra conciencia social, compartimos con otros muchos seres humanos. Desde la esfera del Kitsch, ya no importan razones, ni lógica, ni línea argumental: solo nos queda una bandera de colores, una canción estridente y una imagen representativa.

El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lagrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!
La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!
Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch.
La hermandad de todos los hombres del mundo sólo podrá edificarse sobre el kitsch.
Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando hay una cámara fotográfica cerca, corren en seguida hacia el niño más próximo para levantarlo y besarle la mejilla. El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos."
A lo que escribe Kundera deberíamos sumarle el bombardeo propagandístico masivo, que refuerza el culto a la imagen, al eslogan y al jingle (vacíos y pegadizos recortes de recortes de discursos) y termina expandiendo y exaltando el sentimiento que provoca el kitsch. También a la inversa, el kitsch es la herramienta por excelencia para que la propaganda tenga la fuerza que tiene. Slogans como "¡Aprontá tu corazón!", "¡Defendé la alegría!"; canciones como "Me gusta la gente..." o "Blanca y celeste es mi bandera, blanco y celeste mi corazón", son los mejores ejemplos de cómo se apela al sentimentalismo del kitsch para conseguir votantes fervorosos, leales y unidos.
Pasando raya, se puede decir que en el mundo del kitsch la individualidad y la racionalidad desaparecen, en su lugar, respondemos a sentimientos masivos que los medios exaltan deliberadamente. A decir verdad, me resulta un un poco preocupante observar que la misma dinámica opera de igual forma tanto para un partido de fútbol, como para la elección de un gobierno.
Interesantes razones las que nos llevan a votar por un partido u otro, ¿no?