martes, 30 de marzo de 2010

¿Saben qué?

"Vemos las cosas no como ellas son, sino como somos nosotros"

Eso lo dijo Kant.

domingo, 21 de marzo de 2010

Racionalización2

"¡Codicia y amor! ¡Cuán diferentes sentimientos despierta en nosotros cada una de estas palabras y sin embargo, tal vez se trata de un mismo instinto, denominado de dos modos diferentes: denigrado, por una parte, desde el punto de vista de los que poseen ya y en los cuales el instinto de la posesión se ha calmado un tanto que ya temen por sus bienes, glorificado, de otra parte, desde el punto de vista de los no satisfechos, de los ávidos, que le encuentran bueno. Nuestro amor al prójimo, ¿no es un imperioso deseo de una nueva posesión? ¿No sucede lo mismo con nuesto amor a la ciencia y a la verdad, y en general con todo deseo de novedad? Poco a poco nos vamos cansando de lo viejo, de lo que poseemos con seguridad, y de nuevo volvemos a extender las manos. El más hermoso sitio, si llevamos tres meses de residencia en él, no puede estar seguro de nuestra afición; algún lugar lejano excitará nuestros deseos. El objeto de la posesión desmerece por el hecho de ser poseído.
...
Cuando vemos padecer a alguno aprovechamos gustosos la ocasión para apoderarnos de él: esto es lo que da origen al hombre compasivo y caritativo, que llama amor el nuevo deseo de posesión que en él se ha despertado. Pero el amor sexual es el que más claramente se delata como deseo de propiedad. El que ama quiere poseer él solo a la persona amada, aspira a tener poder absoluto sobre alma y cuerpo, quiere ser el único amado, morar en aquella otra alma y dominarla. Si consideramos que esto no significa más que excluír al mundo entero del disfrute de un bien precioso, de una dicha y un deleite; si se consifera que el que ama aspira al empobrecimiento y la privación de todos sus competidores, que pretende ser el dragón de su tesoro, como el más egoísta e indiscreto de los conquistadores y explotadores; si se mira, en fin, que al que ama todo lo demás del mundo le parece indiferente, pálido, sin valor, y que está dispuesto a hacer todos los sacrificios, a alterar toda clase de orden y a relegar a segundo término todos los intereses, sorprenderá que a esta salvaje codicia, esta injusticia del amor sexual, haya sido glorificada y divinizada en todas las épocas, hasta el punto de que de tal amor se haya hecho brotar la idea general del amor en oposición al egoísmo, cuando es aquél precisamente la expresión más natural del egoísmo."

Entonces bien, felizmente floto en la levedad, huyo del peso y creo firmemente en esto que escribe Nietzsche. El único peso que estoy feliz de sentir es el que provoca lo que Friedrich detalla en la última parte de este pasaje:

"Aparece a veces sobre la tierra una especie de continuación del amor en que aquel ávido deseo que experimentan dos personas, una hacia otra, deja lugar a un nuevo deseo, a un ansia nueva, a una sed común, superior, de un ideal colocado por encima de ellos; mas, ¿quién conoce ese amor? ¿quién le ha sentido? Su verdadero nombre es amistad."


*El texto de Nietzsche se llama "Todo lo que llamamos Amor" y está en "El gay saber"

martes, 9 de marzo de 2010

En el reino del Kitsch impera la dictadura del corazón.

Kitch... esa melosa emoción que sentimos al escuchar el Himno Nacional cantado por muchísimas personas al unísono, la misma que sentimos cuando cantamos "Un amigo es una Luz" abrazados a nuestros compañeros, que a su vez en extremo se parece a lo que nos pasa cuando caminamos por 18 junto a otros 50 estudiantes, alzando banderas y protestando contra la dictadura en Haití.
¿Razones políticas? Nah ¿Razones patrióticas? Tampoco. ¿Qué es entonces aquello que nos hace derramar la lágrima frente a una filmación de una marcha contra la guerra de Vietnam o una manifestación contra alguna dictadura, por qué nos emocionamos con "Titanic" o con "Gente que busca gente"?

Estética, señores. Estética. Dulce romanticismo que, desde lo más profundo de nuestra conciencia social, compartimos con otros muchos seres humanos. Desde la esfera del Kitsch, ya no importan razones, ni lógica, ni línea argumental: solo nos queda una bandera de colores, una canción estridente y una imagen representativa.


"En el reino del kitsch impera la dictadura del corazón.

Por supuesto el sentimiento que despierta el kitsch debe poder ser compartido por gran cantidad de gente. Por eso el kitsch no puede basarse en una situación inhabitual, sino en imágenes básicas que deben grabarse en la memoria de la gente: la hija ingrata, el padre abandonado, los niños que corren por el césped, la patria traicionada, el recuerdo del primer amor.

El kitsch provoca dos lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lagrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!
La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver a los niños corriendo por el césped!
Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch.
La hermandad de todos los hombres del mundo sólo podrá edificarse sobre el kitsch.

Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando hay una cámara fotográfica cerca, corren en seguida hacia el niño más próximo para levantarlo y besarle la mejilla. El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos."

"Pero allí donde un solo movimiento político tiene todo el poder, nos encontramos de pronto en el imperio del kitsch totalitario.
Cuando digo totalitario, eso significa que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el reino del kitsch hay que tomárselo todo en serio) y hasta la madre que abandona a su familia o el hombre que prefiere a los hombres y no a las mujeres y pone así en peligro la consigna sagrada «amaos y multiplicaos»."


A lo que escribe Kundera deberíamos sumarle el bombardeo propagandístico masivo, que refuerza el culto a la imagen, al eslogan y al jingle (vacíos y pegadizos recortes de recortes de discursos) y termina expandiendo y exaltando el sentimiento que provoca el kitsch. También a la inversa, el kitsch es la herramienta por excelencia para que la propaganda tenga la fuerza que tiene. Slogans como "¡Aprontá tu corazón!", "¡Defendé la alegría!"; canciones como "Me gusta la gente..." o "Blanca y celeste es mi bandera, blanco y celeste mi corazón", son los mejores ejemplos de cómo se apela al sentimentalismo del kitsch para conseguir votantes fervorosos, leales y unidos.

Pasando raya, se puede decir que en el mundo del kitsch la individualidad y la racionalidad desaparecen, en su lugar, respondemos a sentimientos masivos que los medios exaltan deliberadamente. A decir verdad, me resulta un un poco preocupante observar que la misma dinámica opera de igual forma tanto para un partido de fútbol, como para la elección de un gobierno.


Interesantes razones las que nos llevan a votar por un partido u otro, ¿no?

domingo, 28 de febrero de 2010

Los Momentos.

A veces me sorprenden Momentos, Momentos chiquititos. Saltan del cajón (y yo que pensaba que estaban bajo llave!) y me pegan en la frente. Saltan y me pegan y me dejan medio aturdida. Los Momentos me preguntan cosas, me tiran del pelo para que los mire, me rompen hojas de cuadernola y rayan páginas de libros que intento leer. Y yo no los quiero mirar, no es quiero hablar, porque preguntan demasiado. Me gritan al oído cuando intento dormir y ni una almohada en la cabeza, ni Rammstein, ni Goyeneche los puede callar.

A veces los Momentos se aburren y se van. Quizás se queden tristes, ahí, solos, guardados en su cajón (que yo siempre cierro con llave).
A veces miro el cajón de reojo y sueño con abrazarlos.
Pero es que preguntan demasiado!
Y yo no se contestar!
No se!

viernes, 26 de febrero de 2010

Racionalización1

Se me hace sospechoso tener conceptos demasiado claros por períodos de tiempo muy prolongados. No dudar me huele a estancamiento intelectual.